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Benito de Diego GonzálezMiembro de las Asociaciones Internacional, Española y Madrileña de Críticos de Arte

Benito de Diego González

Homenaje al pintor Rafael Botí Gaitán en el XX aniversario de su muerte

Comisariada por Tomás Paredes, Presidente de AECA y coordinada por Manoli Ruiz Berrio, el pasado 22 de octubre se inauguró, en el Centro Cultural de Moncloa, en Madrid, la exposición que, bajo el título de “Homenaje a Rafael Botí Gaitán en el XX aniversario de su muerte”, recoge una treintena de obras de este pintor y músico cordobés, que vivió a lo largo de todo el siglo veinte.

De otra parte, con motivo de esta efeméride se ha publicado un monumental libro titulado “RAFAEL BOTÍ. XX Aniversario de su Muerte”, en el que se recogen, amén de una extensa cronología biográfica, un catálogo de las obras que están en distintos museos españoles, la relación completa de premios y distinciones, así como de todas las exposiciones que el pintor realizó a través de su larga vida, completándose con una bibliografía completa, en la que su nombre y obra han sido recogidos y estudiados.

El libro contiene además, y sustantivamente, textos de más de cien personalidades españolas de la cultura, del arte y de la poesía que se han ocupado de la persona y de la obra de Rafael Botí. Constituye, por tanto, una imprescindible fuente documental para el conocimiento y estudio de este singular pintor y de su pintura.

Así pues, para hacer una breve reseña de la obra de Rafael Botí, así como una semblanza de su personalidad artística y de su significación en el arte pictórico español del pasado siglo, nada mejor que aprovechar la alfaguara de juicios, opiniones y pareceres, que supone este volumen, por lo que a ellos nos atenemos, dejando constancia de que todos los textos entrecomillados, que en esta reseña nuestra aparecen, están tomados de esta magnífica e inestimable publicación.

Botí, nació en Córdoba el 8 de agosto del año 1900 y murió en Madrid con noventa y cinco años. En 1917 se traslada a Madrid, ingresando en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y en el Real Conservatorio Superior de Música. Estudió con Julio Romero de Torres y a poco, 1919, conoció al maestro Vázquez Díaz, al que desde entonces quedó muy unido por lazos de amistad y admiración.

En ese mismo año, mediante oposición, (se debe resaltar la precocidad de su genio), pasa a formar parte de la Orquesta Filarmónica de Madrid, como profesor de viola, lo que configura, desde su primera juventud y de forma indeleble un alma de humano Jano bifronte, que imprimirá carácter a su actividad heurística como artista.

En efecto, en Mayo de 1979, el director de la Orquesta Filarmónica de Madrid, Odón Alonso, escribe de propia mano la siguiente nota dirigida al pintor: ”Querido Rafael: Había pasado ya mucha música “Filarmónica” entre nosotros, 1957, cuando me enteré de que el Botí pintor y mi colaborador músico eran la misma persona. Su pintura me llegó pura, directa, clara y luminosa, como una melodía y se quedó dentro. Desde entonces le admiro por su talento y le envidio por su modestia”.

Aquí, Odón Alonso saca a la luz, dos notas singulares de la humana calidad de Botí, cuales son su talento como artista y su modestia, como estilo personal de comportamiento y, curiosamente, es un músico el que pone en evidencia cuatro de las características de la pintura de Rafael Boti, que conceptúa como pura, directa, clara y luminosa. Cualidades que todos los que se han ocupado de ella reconocen sin excepción. La virtud de su modestia, es igualmente admirada de forma unánime.

La relación vincular y visceral entre música y pintura, que se dan en el artista, es ratificada por el historiador, (que fue presidente de la Academia Libre de Arte y Letras de San Antón), el fallecido Cesar Aguilera Castillo, quién refiriéndose al artista escribió: “No sería exacta ninguna interpretación de la obra pictórica de Rafael Botí, si no tuviéramos en cuenta el ritmo armónico de su alma musical. Vázquez Díaz lo subrayo con la anticipación debida: la música del paisaje es percibida por Botí”.

Y es que, en efecto, Vázquez Díaz, en una nota firmada y manuscrita por él dice, hablado de su discípulo y de su pintura, que “Botí pinta musicando el paisaje”.

En el mismo manuscrito, Vázquez Díaz entra a definir y enjuiciar la pintura del artista, desde su autoridad y maestría, con estas palabras: “La sensibilidad de Rafael Botí, gusta de los colores limpios en armonías claras y diáfanas, de luces perladas, colores y matices delicados de resoles febriles”.

Y más adelante “Yo lo incluyo en la familia de los Nabís, de la escuela francesa llamados iluminados, expresiones puras de la pintura por la alegría de pintar”, lo que se confirma al observar la pintura de Bonnard, pongamos por caso.

E insiste el maestro en el estilo de vida retraída sobre sí mismo de Botí, señalando que “vive una vida de silencio, lejos de buscar renombre vive entregado al goce íntimo de la creación de una obra inyectada de sueños y palpitaciones de su alma delicada y sencilla”. Consideración claramente confirmada por los hechos

Pero buceando en la personalidad de Botí, posiblemente sea el historiador y crítico de arte Sánchez Camargo, el estudioso que más empeño ha puesto en remarcar las características humanas del pintor. Así escribió: “Es un artista con sensibilidad, recoleto hasta ser huidizo, gustador de temas íntimos, de paisajes donde la sugerencia se muestra propicia..” “artista con temperamento y gracia lírica, que posee, entre otros méritos, una sinceridad que se aprecia en cada toque del pincel sobre la tela”. Juicio que compone un retrato muy completo y definitorio del artista.

Calvo Serraller, matiza más cumplidamente el estilo de Botí, haciendo un análisis comparado del mismo, señalando cómo Botí: “Comienza a pintar con un estilo impresionista, que abandona tras su viaje a París. Desde entonces asimila en su pintura ciertas notas del cubismo y del color matisiano, que permanecerá a lo largo de toda su trayectoria”. Parecer que confirman las obras expuestas

Y Mario Antolín Paz, el desaparecido promotor y crítico de arte, profundiza en ello considerando como: “La pintura de Rafael Botí experimentó, a lo largo de su vida, una constante, estremecida y coherente evolución. Pintura de tenues vibraciones, trenzada de ritmos ambientales, que se recrea en la configuración de las formas de un modo subjetivo y objetivo a la vez” y emite a su vez el siguiente juicio exegético sobre la obra de Botí: ”Si escarbamos en los antecedentes de su pintura no nos resultará difícil encontrar resonancias de la vanguardias de París, del colorido de Regoyos, de la estilización de Vázquez Díaz o de la aparente inocencia de Rousseau, asimiladas por su indiscutible personalidad”.

En este orden de cosas, es imprescindible traer a colación y resaltar el singular y agudo juicio crítico que el docto y por muchos años decano de los críticos de arte españoles, Antonio Cobos, emitió sobre Botí, al que definió como: “El más ‘adelantado’ de los pintores ‘adelantados’ de la modernidad española” y lo justificó con gran perspicacia, haciendo notar que: “La modernidad no le advino a la pintura de Rafael Botí por el camino de las influencias parisienses, cuáles fueron los casos de Iturrino, Darío de Regoyos, María Blanchard, Isidro Nonell, Ramón Casas y Pablo Picasso, sino que fue en él congénita o surgió por generación espontánea, aunque es muy posible que la modernidad de su lenguaje pictórico tomase más cuerpo al hermanarse con el feroz modernismo independiente de Daniel Vázquez Díaz”.

Cobos resalta que la verdadera revolución de la pintura española en las post vanguardias se produjo en los años cuarenta, con la creación por Eugenio d’Ors de la Academia Breve de la Crítica de Arte y a través de sus históricos Salones de los Once. Y así Cobos considera “que esa pintura vigente y pletórica de valores de signo positivo, que la Academia Breve de la Crítica de Arte consiguió imponer en España, en las décadas de los cuarenta y cincuenta, era la misma que Rafael Botí había puesto de manifiesto silenciosamente en los años veinte”. Singular y aguda perspectiva de la obra de Botí.

Digamos, concluyendo, que Tomás Paredes, –que presentó la exposición resaltando cómo han sido muchos los poetas que han glosado y cantado la obra de este artista–, con un lenguaje profundo y certero en el fondo del juicio y densamente lírico en la forma, explica que: “Un pintor es su obra y lo que identifica a su obra. Botí es el azul del Sur, el color y el ambiente, más que las formas. Botí crea un azul que lo inunda todo” tal y como lo han reconocido poetas como “Leopoldo de Luis, (“¿Córdoba en el azul está escondida?”), y Carlos Clémentson, (“Este azul, este cielo”), y Marí Fraguas, (“Azul lució la luna aquella noche”), y Alejandro López Andrada, (“Entre estas ruinas quejumbrosas/casi azules”), y Fernando Pérez Camacho, (“Estoy mirando, abierto, el azul velo”), y Mariano Roldán”, … y “me dejo tantos”, dice, terminando trayendo a “ Pepe Caballero, pintor-poeta, filigrana de ensueño para un vuelo de oro, misterioso y claro como un prodigio, cuando escribió para su amigo Botí: … Porque siempre canta un pájaro en sus lienzos”. Verso éste que se ha hecho como un lema, como un mote, como un epigrama, como una inmanencia de la pintura y del arte de Rafael Botí Gaitán.

Conocer por tanto la obra de este artista es de obligado cumplimiento, para todo aquel que quiera conocer en extensión y profundidad el granado y profuso devenir de la pintura en España, durante el pasado siglo, cuya valoración y reconocimiento está lejos de haberse hecho en plenitud, pues la nómina de artistas fue prolífica y la cosecha ubérrima, pero, ¡ay!, en gran parte desconocida.

AMCA. 26-X-2015

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