Isabel García GarcíaHistoriadora del Arte
Rafael Botí y la Modernidad del Paisaje
Sin duda, uno de los géneros más venerados en la Historia del Arte es el paisaje. No solo por ser la representación orográfica de un lugar sino también por representar un lenguaje artístico propio según el artista. Rafael Botí destaca precisamente por ello y su dimensión como renovador de este género a lo largo de décadas durante el siglo XX está presente en cuadros ya míticos como Alcornoques de la sierra de Córdoba (1922), Hendaya (1925), Canal de Fuenterrabía (1926), El Bidasoa II (1926), Viejo París (1929), Árboles de Botánico (1933), Vallecas (1942) y largo etcétera.
De toda esta trayectoria, destacaría sus inicios en la modernidad. Rafael Botí se sumergió en el Madrid de los años veinte de la mano de dos grandes nombres del arte español, Julio Romero de Torres, artista simbolista que había conseguido captar el alma andaluz en su Córdoba natal y Daniel Vázquez Díaz, quien recién llegado de París en 1918 atraía con sus modernos lenguajes afrancesados a los más noveles artistas.
Precisamente a partir de las enseñanzas del onubense, Botí se introducía en el camino hacia la vanguardia y lo conseguía con su participación en el madrileño Primer Salón de los Independientes (1929) celebrado en el Salón de El Heraldo de Madrid. Aquella propuesta de renovación le condujo a la Exposición Regional de Arte de la Casa de los Tiros de Granada y a los dos Salones Permanentes de Arte Moderno (1930) celebrados en el mismo lugar y con la intención de mostrar de forma periódica una parte de la producción moderna española.
Ese proceso a la modernidad del arte español se completaría en los siguientes años. Primero, con su adhesión al Manifiesto dirigido a la opinión pública y a los poderes oficiales publicado por la recién creada Agrupación Gremial de Artistas Plásticos (AGAP, abril de 1931) donde se ponía de manifiesto esa posibilidad real de cambio y modernización a partir de la proclamación del nuevo régimen político, la II República:
“Lucharemos contra todo lo que signifique arbitrariedad y daremos en la medida que nos permitan nuestras fuerzas, un sentido amplio y renovador a la vida artística nacional, recabando los derechos que como clase nos corresponden para garantizar el libre ejercicio de nuestra actividad”
Y, posteriormente con su participación en tres importantes exposiciones. Primero, en la muestra organizada por la Federación de las Artes en el Salón de Bibliotecas y Museos (mayo de 1931); después, en la segunda muestra de la misma organización llamada la II Exposición de Pintura y Escultura en el Ateneo (noviembre de 1931) y por último, en la Nueva Federación de las Artes organizada en el Museo de Arte Moderno (mayo 1932).
Una importante nómina de actuaciones al lado de otros grandes artistas de vanguardia como Vázquez Díaz, Arronte, Coba Barquera, Insúa, Servando del Pilar, Isaías Díaz, Ponce de León, Díaz Caneja, López-Obrero, Pablo Zelaya, Moreno Villa, Santa Cruz, Pelegrín, Pérez Mateo, Rodríguez Luna, Climent, Souto, Planes… que le convirtieron en un pintor de su tiempo, lleno de originalidad y, con el tiempo, creador de un estilo propio que hunde sus raíces en las lejanas huellas del neocubismo de Vázquez Díaz con sus figuraciones geometrizantes, las reminiscencias de colores y luminosidad de la pintura francesa, sobre todo, el movimiento nabi -como le incluía y calificaba en 1962 el onubense- y la renovación hacia la modernidad del paisaje español.
Isabel García García