Mercedes MudarraHistoriadora del arte. Delegada de Cultura de la Junta de Andalucía
LAS PROPUESTAS DE MEDIADOS DEL SIGLO XX
Avanzando en el siglo y tras la profunda huella dejada a nivel local por Julio Romero de Torres –cuyas preocupaciones estéticas se moverán dentro de otros esquemas conceptuales, tal como hemos tenido ocasión de comentar–, hay que abordar la personalidad de Rafael Botí (19001995), por lo que representa para el tema que nos ocupa. Es el genuino representante de «Córdoba y los patios». Un epíteto que ya había sido utilizado por su gran amigo y colega José Caballero cuando definió así su pintura: «La pureza de Fray Angélico, el ascetismo de Zurbarán, el paisaje de Cézanne, el impresionismo de Renoir, el ingenuismo de Rousseau, la intimidad de Regoyos... París y la luz tamizada, Matisse, Córdoba y los patios, Madrid y el otoño, Picasso y el paisaje de Horta del Ebro. Y naturalmente Vázquez Díaz y la luz fría de plata».
No cabe duda de que uno de los factores que más influyen en la pintura de Botí es Córdoba y sus patios, lo cual traslada al lienzo con sencillez, espíritu positivo y captación pura de lo esencial. Reduce sus visiones al esquema básico sin más protagonismos que la imagen que observa. En sus obras sobre patios está condensada la idea que mueve su pintura porque es donde mejor puede captar ese espíritu mesurado y silencioso tan propio del patio. Muchas de sus obras son como descripciones visuales de otros tantos autores que han escrito sobre el tema, por lo que es un complemento avant la lettre. Unas descripciones, las pictóricas y literarias, que se alejan de la visión folclórica o de la crítica social, tal como puede apreciarse en obras contemporáneas pertenecientes al ámbito regional o nacional, y es que ante todo no es un autor de tópicos.
En su período inicial es cuando Botí se acerca a los patios y rincones de Córdoba, lo cual irá reafirmando en etapas posteriores. Su acercamiento a los temas es como la del contemplador respetuoso que no quiere adentrarse en la cara oculta de la realidad, la del observador objetivo que no opina sobre lo que ve pero sí admira. Antonio Gala llega a decir: «Yo he escrito en alguna ocasión que si tuviese que reducir a cuatro las características de lo cordobés elegiría: sabiduría, austeridad, parsimonia y desdén. Pienso que las cuatro están presentes, iluminándola e iluminándonos, en la pintura de Botí».
Como pintor tuvo gran interés durante toda su vida por el Patio de la Fuensanta, realizado en el año 1925. De sus colores el preferido era el azul, como no podía ser de otra manera en un artista interesado por la objetividad, la serenidad, la sencillez y la pureza de formas y contenido.
Donde Botí se muestra más rompedor es en la utilización del color, ya que se aleja de la paleta tradicional para experimentar con los violetas, naranjas, verdes y toda la gama de colores fuertes y definidos, tal como ya habían impuesto Darío de Regoyos y Joaquín Mir. Durante su estancia en Madrid entabla una estrecha relación con Vázquez Díaz, convirtiéndose en su más ferviente admirador. Con lo cual los ejes sobre los que bascula la obra de Botí empezaban a estar fijados. Por una parte la impresión que siempre produjo en él la obra de Julio Romero de Torres, por lo diferente que era a todo lo que él había llegado a conocer hasta el momento, y por otra, Vázquez Díaz en la vertiente opuesta, alejado del mundo academicista y vinculado al cubismo y las experiencias parisinas tras los doce años que había pasado en aquella ciudad.
En el contexto cultural de la época, para cierto sector de la crítica el arte ingenuo y sencillo de autores como Botí y Vázquez Díaz era considerado infantil, foráneo e incapaz de provocar la renovación que el arte español recitaba. Si bien es verdad que cuando se producía este debate, en los años veinte, Botí estaba aún en etapa de formación. Momento también en el que recibe la influencia de la Escuela de Paisajistas de El Paular, creada en 1918 por Mariano Benlliure.
La significación de este ambiente artístico es muy importante a la hora de analizar el papel que va a jugar la pintura de paisajes o patios a partir de 1925, ya que va a significar el alejamiento de la pintura más académica y tradicional para optar por otra más cercana a la experiencia directa con la realidad.
Botí recibe influencias muy diversas de autores como García Maroto, Pelegrín o Joaquín Sunyer. Se trata de visiones sintéticas, atrapadas en gruesos perfiles, en un intento de dominio de la naturaleza y de racionalizar las propuestas en la línea de lo que ha sido considerado como «nuevos realismos».
Botí concurre a múltiples exposiciones, participa por primera vez en una Nacional en 1924, con dos obras, y posteriormente en las de 1926, con una obra, 1929, con una obra, y 1936, con una obra. Asimismo estuvo presente en la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Su presencia fue habitual en los Salones de Otoño, creados y promovidos por la Asociación de Pintores y Escultores en las ediciones de 1921, 1923, 1924 y 1925.
En 1930 se aprecia un cierto auge del tipo de pintura representada por Botí, ya que entre la clientela del momento hubo gran interés por adquirir obras como El surtidor y Claustro y jardín, de Rusiñol, El encinar, de Bernardino de Pantorba, Patio del harén, de Gómez Mir, y Patio andaluz, de Mañanós.
La medalla de honor de ese año fue para Joaquín Mir, con lo cual se estaba optando por la renovación en el ámbito más tradicional como es el de las Exposiciones Nacionales. Tal como manifestó Bernardino de Pantorba, el comentarista de las mismas, se reivindican valores como los representados por la pintura de Joaquín Mir, «cargada de luminosidad, de ímpetu y de fuerza cromática. Es como un himno sensual a la Naturaleza. Montaña y mar, piedra y árbol, nube y flor, cuanto a los pintores nacidos en el litoral mediterráneo embriaga, arrancó acentos vigorosos al pincel embriagador de aquel pintor tan hondamente mediterráneo».
En 1929 le fue concedida una beca de la Diputación Provincial para viajar a París, lo cual significó el regreso del pintor con aires renovados y le lleva a participar en certámenes más progresistas como la Exposición Regional de Arte Moderno, celebrada en la Casa de los Tiros de Granada, con obras como El Patio de la Fuensanta, en la que consiguió un galardón y participó junto a artistas como Maeztu, Solana, Vázquez Díaz, Manuel Ángel Ortiz, Dalí, Maruja Mallo y Peinado.
DEL LIBRO LOS PATIOS CORDOBESES (CAJASUR, 2001).