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José Pérez-GuerraEscritor y periodista. Director del El Punto de las Artes

José Pérez-Guerra, Juan Manuel Bonet y el hijo del pintor en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), en 2004.

RAFAEL BOTÍ, EL RETRATO DE SU MUNDO

En la pintura de Rafael Botí (1900-1995) se retrata el mundo que percibió desde unas constantes ambientales, con la luz de su interior y música inspirada por los sentimientos. De ahí que este legado sea un planteamiento autobiográfico de sitios y de situaciones, la Córdoba que fue fuente nutricia; el Madrid que le acogió en sus años de iniciación, cuando alternaba estudios de música y de artes plásticas en conservatorios y escuelas de su ciudad y de Madrid, con maestros como Tomás Bretón y Conrado del Campo, Julio Romero de Torres y Daniel Vázquez Díaz.

La exposición abierta el 31 de marzo en la Sala Maruja Mallo, del Centro Cultural de Las Rozas, con treinta pinturas, recrea los distintos tiempos de este artista singular, autor de un discurso ejecutado con notable transparencia desde una voluntad firme de plasmar imágenes de su memoria y alrededores que sintió en sus trayectos, El Patio de la Fuensanta, de 1925, o De Fuenterrabía y Viaje a París, de 1927 y 1929. En ese tiempo Rafael Botí ya había presentado cuadros, junto con esculturas de Enrique Moreno, en el Círculo de la Amistad de Córdoba, año 1923, obras comentadas por el maestro Agrasot: «No son artistas resignados y conformistas. Llevan en su modo de ver el mundo de las formas y de los colores, la intención del mercado fuertemente con el sello de su espíritu».

Y Rafael Botí permaneció fiel a los paisajes del alma, a los interiores rememorados o intuidos, al latido de la tierra y el chorro de los manantiales. Y escuchaba el lenguaje en los espacios geográficos y temporales a los que puso música en el pentagrama de un dibujo estructural, que era mucho más que un hilo conductor y enmarque de una coloración en consonancia. En 1927 presenta su primera individual en Casa Nancy, de Madrid, muestra comentada en La Época por José Francés: «Este joven pintor ofrece en sus cuadros, tan parcos de dimensiones y tan henchidos de espiritualidad, refugios amables y dilectos».

Pero el joven se fue curtiendo en el trabajo, adquiriendo experiencia, sin perder por ello esa manera de mirar y de interpretar tan clara como concisa, como si en el subconsciente estuviese labrada la sentencia de Gracián: «lo bueno y breve, es dos veces bueno». Porque se centraba en la esencia. Esencia en los bodegones, y encuadre mágico en Cristo de los Faroles, de 1970, con Patio de La Judería, Karin y Raf, Peces, Otoño desde mi estudio, con los Verano en el Tomillar, años 88 y 89. Y Nota de la Casa de Campo con Flores blancas, 1992, en su tiempo postrero.

Córdoba honra la memoria, y la obra, de uno de sus grandes cronistas, dando nombre a una fundación: Fundación Provincial de Artes Plásticas «Rafael Botí», de la Diputación, donde se conserva un conjunto significativo de su pintura, una pintura presente en colecciones públicas y privadas, museos Reina Sofía, Municipal de Madrid, Bellas Artes de Bilbao, Córdoba y Sevilla, entre otras.

EL PUNTO DE LAS ARTES, 2004.


Hace 20 años murió en Madrid el pintor Rafael Botí

Sus dibujos eran pentagramas personales donde los tonos de sus colores pintaban la música que le transmitía la naturaleza desde su raíz cordobesa. Y es que Rafael Botí, hijo de un músico, alternó desde su niñez, a principio del siglo XX, artes plásticas y dibujo; y ese binomio estuvo presente en su discurso durante su vida profesional. Nació en Córdoba el año 1900; murió en Madrid el 4 de febrero de 1995.

Estudió dibujo con Julio Romero de Torres; fue alumno de la Escuela de Artes y Oficios y del Conservatorio de Música cordobés, y a los 17 años llegó a Madrid para completar su formación en el Conservatorio Superior de Música y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, con un plus añadido en el taller de Vázquez Díaz. Y el año 1929 marchó con beca a París cuando ya había realizado su primera exposición individual en el Círculo de la Amistad de Córdoba y otras muestras en Madrid, Bilbao, Salamanca, Barcelona y Sevilla.

Entró a formar parte de la Orquesta Filarmónica de Madrid como profesor de viola; pintó el ambiente de su Córdoba natal, los viejos rincones y los árboles en primavera. Y con sus cuadros jugosos, plenos de sonoridad, acudió a certámenes y exposiciones nacionales, participando en las grandes ocasiones tanto en España como en el extranjero. Daniel Vázquez Díaz, su maestro y amigo, escribió: ‘Yo he visto los primeros paisajes de Rafael Botí allá por los años 19 o 20, cuando le conocí entre tantos jóvenes pintores que venían a mi estudio... hermanados en un solo entusiasmo, ¡pintar!’. Uno de ellos era José Caballero, quien afirmó que Botí ‘pinta más hacia dentro que hacia fuera, con algo hondo de instinto, de raíz profunda o de subconciencia que aquieta el espíritu del espectador, consiguiendo que la eternidad del mundo se vuelva familiar’. Y en esa eternidad seguro que se han encontrado cuatro andaluces de un triándolo ilusionado: Julio Romero de Torres, Daniel Vázquez Díaz, José Caballero y Rafael Botí, que hace 20 años murió en Madrid a los 94 años de edad. Las obras de los 4 dan fe de sus aportaciones al arte contemporáneo.

José Pérez-Guerra InfoENPUNTO, 4 de febrero de 2015

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