Miguel ViribayPintor y crítico de arte
La Desaparición de Rafael Botí
El año comienza con la desaparición de tres significados artistas españoles; dos son andaluces: Manolo Rivera (Granada 1927, Madrid 1995), uno de los creadores del mítico grupo "El Paso", y Rafael, Botí (Córdoba 1900, Madrid 1995), de marcadas esencias andaluzas que compartía el decanato, de los plásticos españoles vivos, con la gallega Maruja Mayo (1909, Madrid 1995), fallecida dos días después que el pintor cordobés y dueña de uno de los, universos imaginativos más ricos de los artistas españoles de su generación.
Nacido en Córdoba el día 8 de agosto de 1900 y fallecido en Madrid el 4 de febrero de 1995, pertenecía a una generación de artistas que sin ser especialmente rupturistas supieron sembrar con su obra y su talante fértiles veredas de modernidad entre algunos grupos de jóvenes artistas que atisbaron con su contemplación vías de figuración separadas de la manida academia.
La Córdoba de comienzos de siglo, cuenta con una tradición importante. El onubense Rafael Romero Barros funda la Escuela de Bellas Artes de Córdoba en la que se formaron artistas de gran importancia como Julio Romero, hijo de Romero Barros, Mateo Inurria y Tomás Muñoz Lucena, que posteriormente sería profesor en Granada, y los jiennenses Rafael Hidalgo de Caviedes y Cristóbal Ruiz Pulido. De ese mundo se desprenden nombres y conciencias plásticas tan especiales como la del, nacido en Benamejí, José María Labrador, y los dos espléndidos ilustradores de" Blanco y Negro" Carlos Ángel Díaz Huertas y Adolfo Lozano Sidro que, aunque no se les suele conectar tienen que ver con la estética del ya mencionado Muñoz Lucena de marcada influencia en algunos artistas granadinos igual que Larrocha lo sería para otros jóvenes artistas entre los, que estaban Manuel Angeles Ortiz.
Rodeados de ese universo estético comienzan a formarse un grupo de artistas de gran importancia en los ambientes cordobeses más vanguardistas: Rafael Botí, Pedro Bueno, Ángel López Obrero y Antonio Rodríguez Luna. Los dos últimos extenderían su plástica a Barcelona y el segundo también a Méjico; los tres tuvieron contactos con Julio Romero de Torres, con el que Rafael Botí estudió dibujo, desde 1909 a 1916, modelado con Victoriano, e Historia del Arte con Ricardo Agrasot, en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba, y música en el conservatorio de la misma ciudad, por lo que viene a ser uno de los herederos más directos de aquel mundo cordobés y andaluz cuya sensibilidad está articulada a caballo de los dos siglos.
Con diecisiete años se trasladó a Madrid para ingresar en el Conservatorio. En la ciudad continuar sus estudio musicales y dos años después ingresa por oposición en la Orquesta Filarmónica de Madrid como profesor de viola. Ese año establece una amistad duradera con Daniel Vázquez Díaz, del que se consideró discípulo, y con el grupo de artistas más sensible a las nuevas expectativas plásticas abiertas a comienzos" de siglo: Pablo Celaya, Olasagasti, Rodríguez Acosta, Díaz Caneja comienzan a formar parte de sus incondicionales en aquel Madrid donde el modernismo tiene sus adeptos. En 1929 y 1931 viaja a París para ampliar estudios de pintura, becado por la Diputación de Córdoba y a su regreso funda la "Agrupación Gremial de Artistas Plásticos" con los artistas Emiliano Barral, Winthiusen. Planes, Moreno Villa, Castedo, Soúto, Rodríguez Luna, Francisco Mateos... sacando un manifiesto de vanguardia que tiene repercusión. Después la guerra (1936-39) deja profundas huellas que lo mantienen apartado de la pintura durante una década... En 1979 el Excmo. Ayuntamiento de Córdoba lo nombra Hijo Predilecto de la ciudad y le concede la Medalla de Oro de la ciudad, y la Real Academia de Córdoba le designa Académico Correspondiente. En 1980 el Ministerio de Cultura le concede Medalla de Plata al Mérito en las Bellas Artes. Tres años después el inolvidable Paco Zueras me presentó al pintor en Madrid con motivo de una muestra de" 28 Pintores Andaluces Contemporáneos", organizada por la Caja de Ahorros de Córdoba con motivo de la inauguración de sus sedes de Madrid y Marbella.
Si atendemos a la formación del artista hay tres cosas que sobresalen sobre las demás: su contacto con Julio Romero de Torres, la marcada devoción por Vázquez Díaz y los estudios musicales que había realizado. Bueno, y otra que se me ha olvidado señalar: su viaje a París le dejaría im especial interés por la pintura impresionista. De todo ello se desprende un mundo muy sensible y variado al que me he asomado parcialmente. Mi atención sobre el quehacer del artista se centra en las obras de los últimos veinte años. Una obra sencilla, llena de esencias y recuerdos se acercan a mi memoria en estos momentos de recuerdo, abiertas a esa singularidad que da la síntesis de im trabajo realizado desde un universo de ausencias y presencias.que se mueve entre los sones de los patios de su Córdoba originaria y la vegetación madrileña que le era más próxima: el Retiro y el Jardín Botánico.
La recreación de ese soporte temático es el mayor testigo de sus sones cromáticos cuyos resortes principales estaban en el amor que tenía por la retina de los pintores impresionistas y la fidelidad a la forma. De ahí su esmero para recorrer con el pincel las ramas de los árboles hasta adelgazarlas y perderlas en la frondosidad de las horas; Así la singularidad de sus bien estructuradas arquitecturas, la percepción singular de lo menudo... todo ello bañado por una luz de tiernas, y muy matizadas sensaciones que la retina del pintor había acunado en los aromas de su Andalucía originaria, de su natal Córdoba. Es posible que el subterráneo rigor de las formas poscubistas que le hizo aprender Vázquez Díaz tuviera atenciones muy notables en el singular maestro cordobés, sin embargo, ése, de alguna manera, credo geométrico está muy acrisolado en la pintura de Rafael Botí. Realizada con gesto atemperado, media pasta y un cromatismo de levedades casi aéreas. Es posible, y seguramente probable, que si Pedro Bueno es la retina más acorde y sensible de la tradición más austera de la pintura española, Rafael Botí es, a mi ver, una de las singularidades perceptivas limpias y aéreas del sur, de ahí el especial claror de sus cales, su eterna reverberación.
Miguel Viribay
Jaén, 16 de febrero de 1995